Las protestas en Tiflis, Georgia, alcanzaron su tercera noche de enfrentamientos luego de que el gobierno suspendiera las negociaciones para unirse a la Unión Europea. Miles de manifestantes se concentraron frente al Parlamento, resultando en 44 hospitalizados, incluidos 27 manifestantes, 16 policías y un trabajador de medios, según el Ministerio del Interior. La policía utilizó gas lacrimógeno y cañones de agua para dispersar a la multitud.
El primer ministro, Irakli Kobakhidze, afirmó que las acciones no significan un abandono de las aspiraciones europeas, sino un rechazo al «chantaje» percibido por entidades extranjeras. Sin embargo, la decisión ha generado críticas internacionales. La Unión Europea y Estados Unidos señalaron preocupaciones sobre un retroceso democrático en el país. Líderes europeos han instado al gobierno a garantizar derechos fundamentales como la libertad de reunión y expresión.
La oposición georgiana, apoyada por la presidenta prooccidental Salome Zourabichvili, denuncia fraude electoral y la influencia rusa en el partido gobernante, Sueño Georgiano. Zourabichvili señaló que Georgia se enfrenta a un futuro incierto, con su destino democrático en juego, y llamó a nuevas elecciones en condiciones justas.
Este retroceso llega tras una serie de medidas percibidas como antidemocráticas, que llevaron a la suspensión del apoyo financiero de la UE y del estatus de adhesión del país.