Un análisis paleogenético de una momia egipcia de 3,300 años, conservada en el Museo Egipcio de Turín, ha identificado rastros de la bacteria Yersinia pestis, causante de la peste negra. Este descubrimiento constituye la primera evidencia de la presencia de esta enfermedad en África, cambiando lo que se sabía sobre su propagación geográfica y temporal.

El hombre habría vivido entre el final del Segundo Período Intermedio y el inicio del Reino Nuevo. Según las investigaciones, los brotes de peste pudieron transmitirse a través de pulgas portadoras del bacilo, afectando las sociedades del antiguo Egipto y extendiéndose más allá de Europa y Asia, donde históricamente se había documentado.

Técnicas avanzadas, como la metagenómica de tiro al blanco, permitieron identificar el ADN del patógeno en tejidos óseos y restos intestinales de la momia. Además, textos antiguos, como una carta del rey babilonio Burnaburiash y documentos de la época de Tutankamón, ya mencionaban posibles epidemias de peste en la región.

Este hallazgo refuerza la teoría de que los brotes de peste bubónica afectaron comunidades en el valle del Nilo y plantea interrogantes sobre el impacto de estas epidemias en sociedades no euroasiáticas.