Lee Holloway y Kristin se casaron con la ilusión de vivir el sueño de una vida en pareja, y decidieron tener un hijo. Sin embargo, antes del nacimiento de su hijo, Lee se sometió a una cirugía de la que poco a poco se recuperaba, aunque también empezaba a perder el interés por su familia.

Preocupada por la situación, Kristin intentó hacer algo para salvar su matrimonio. Pero la realidad era que su marido no estaba desenamorándose de ella, sino que presentaba principios de demencia. Kristin asegura que inicialmente pensaron que las actitudes de Lee, previas al diagnóstico final, se debían a una crisis de la mediana edad.

Los síntomas se hicieron cada vez más notorios: Lee tenía problemas para despertar, llegó a atacar a sus compañeros, se volvió retraído y un día no pudo levantarse del sofá. Kristin, preocupada, consultó a un neuropsicólogo, quien le dijo a la pareja que Lee, de 35 años, estaba experimentando una de dos cosas: un brote psicótico severo o las etapas iniciales de la demencia frontotemporal.

«Esta es la enfermedad que contraen las personas mayores cuando empiezan a olvidar cosas. Eso no es posible…», pensó Kristin. Mientras tanto, Lee desconocía por completo lo que significaba. Afirmaba que todavía se estaba recuperando de una cirugía cardíaca y que mejoraría.

Cuando dejó de trabajar, su condición se deterioró aún más drásticamente. No se quitaba el pijama y pasaba mucho tiempo en el sofá, viendo las mismas películas y programas de televisión una y otra vez. Al conocer el diagnóstico de su marido, Kristin decidió notificar a su empleo para pasar más tiempo con él.

«Llamé a mi jefe, le expliqué lo que revelaban las exploraciones y le avisé con dos semanas de antelación… Mi marido no iba a mejorar. Cada momento sería la última vez que estaría con una versión saludable de él».

A pesar de sus esfuerzos, Kristin y Lee ahora viven separados. Lee vive con sus padres, mientras Kristin se quedó con su bebé, buscando darle una infancia más normal, ya que Lee comenzaba a representar un peligro para su hijo sin quererlo.

«La yuxtaposición del desarrollo de mi hijo y la progresión de Lee ha sido un viaje salvaje: cuando mi hijo aprendió a ir al baño, Lee tuvo incontinencia. Cuando mi hijo empezó a hablar, Lee se detuvo».